La soledad se convirtió en aliada y las sensaciones
que el miedo y la angustia generaban en su mente se tornaron extrañas, sensaciones estériles que le hacían replantearse el norte y la duración del
trayecto. No sabía si añoraba aquellos tiempos en los que nada había sobre su
cabeza, más allá de una hipoteca, la letra del coche o elegir balneario para el
fin de semana. Ahora con la espada balanceándose sobre su destino y sabiendo
que la cuerda partirá, quita las pilas de los relojes y sigue caminando en un
mundo más real, más consciente de lo próximo y con unos horizontes más
cercanos.
El primer pensamiento de la mañana es importado.
Resuenan ecos de los noticiarios que cada hora llegaban a los oídos del cuerpo abandonado
sobre la cama, inconsciente de que el mundo ya no volvería a ser aquel que
conoció, pero se despereza mientras un gesto de incomprensión queda reflejado
en el espejo. Apenas dos pasos y un giro de muñeca, la sensación es agradable,
por unos momentos su mente le ha abandonado. Se reconcilia con su cuerpo y una
energía limpia y renovada inunda el
lugar en el que el vaho pulula sin rumbo para acabar fijándose en los espejos.